Imagen de manos y brazos de mujeres atendida por Línea Púrpura
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‘Sentí el resguardo y el apoyo en la Casa Refugio’: mujer víctima de violencia intrafamiliar

24 Mar 2022

Edna Rojas* fue víctima de violencia psicológica y persecución judicial por parte de su expareja. Ella contó con el apoyo de las abogadas de la Secretaría de la Mujer y junto con su hija y su hijo fueron acogidos en una Casa Refugio para proteger su integridad frente a las amenazas de su agresor.

Para Edna Rojas*, el mayor reto de su vida profesional como abogada ha sido defenderse a sí misma en medio de un proceso judicial que pareciera una película de terror. Su expareja, luego de someterla a violencia psicológica y sexual, intentó por medio de mentiras frente a los estrados judiciales quitarle la patria potestad de su hija y su hijo.

Edna conoció a su expareja en la Universidad mientras estudiaba su carrera de derecho. “Antes era una mujer que estaba huyendo de mis papás, buscando al Rey no me di cuenta de que me casaba con un dragón, como me dijo la psicóloga, usted lo maquilló”, recuerda Edna.

Pero pronto Edna reconocería que su realidad estaba muy lejos de ser un cuento de hadas, y que se había casado con un agresor que se mostraba ante a la sociedad como un hombre perfecto.

“Cuando estoy embarazada de mi hija, comienzo a darme cuenta de que me casé con el hombre equivocado, un hombre que siempre me estaba corrigiendo frente a los demás, y me empezó a encerrar desde el principio, aunque yo no era muy consciente”, explica Edna.

A pesar de las señales de alarma, Edna aceptó la situación porque no quería que su hija sufriera el mismo abandono que ella vivió cuando era niña, así que resignada, aceptó la violencia psicológica a la que era sometida en su hogar.

“Él tenía prácticas abusivas sexuales que me costó mucho trabajo reconocer porque me lo negué todo el tiempo hasta que ya en el juicio penal fui capaz de hablar y decir: ‘Sí, fui víctima de abuso sexual’”, afirma Edna.

Producto de estos abusos, Edna quedó embarazada de su segundo hijo, y su situación empeoró. Su expareja aumentó el nivel de hostilidad, criticando su labor como madre y como ama de casa: “Comienza a gritarme en frente de la niña, eso me daña mucho la autoestima, y contrata varias niñeras para hacer mi trabajo como mamá”.

Hasta que en el año 2013, Edna decide separarse, pero su expareja la amenaza y le dice que no puede llevarse a los niños. Es en ese momento en el que comienza su pesadilla.

“Vivía como una secuestrada, nadie podía entrar a la casa sin permiso salvo mi familia, llegué a tener cuatro niñeras que me vigilaban 24/7, las usaron para denunciarme, se dieron falsos testimonios en mi contra, y como yo no quería irme de la casa ni abandonar a mis hijos me inician varios procesos judiciales, me acusan de esquizofrénica, me acusan de haber querido hacerle daño a mis hijos y me llevan confundida a una audiencia del ICBF, después de un fallo me quedo sin mis hijos 41 meses”, afirma Edna. 
Esto se sumó a la campaña de desprestigio que inició su expareja en su círculo social, dejándola sin amigos y sin apoyo frente a la situación que estaba viviendo.

“Lo que hizo el agresor fue denunciarme en todo el grupo social, me cerró todas las puertas, no volví a conseguir trabajo porque los dos éramos abogados y teníamos un nicho, en todos lados quedé como la peor mamá del mundo. Perdí todo, mis hijos, mi nombre, mi imagen, todo”, dice Edna.

Su expareja al tener poder económico, contrató a uno de los abogados más reconocidos del país. A pesar de esto, Edna no desistió y decidió instaurar una denuncia por violencia intrafamiliar agravada frente a la Fiscalía General. 

“Cuando el proceso llegó a la Fiscalía, la fiscal me dijo: este caso es muy complejo, yo tengo que empoderarla a usted, vaya a la Secretaría de la Mujer. Yo subí al Manuel Gaona, me atendió alguien de Secretaría y le conté mi situación, me dijo ‘este caso es terrible, lo vamos a llevar a comité’, me asignaron apoyo legal. Tomaron mi caso como un caso emblemático porque era violencia psicológica, era un caso estratégico”, asegura.

Gracias a la Secretaría de la Mujer, Edna no tuvo que enfrentar el proceso judicial sola, sino que contó con el apoyo de cuatro abogadas que, como David contra Goliat, lograron equilibrar la balanza de la justicia.

“Mi caso en la Secretaría lo conocen muy bien, saben el tipo de agresor tan complejo que es, porque instrumentaliza, paga, no tiene límites, no le importa, lo que él quería era mandarme a la cárcel y quitarme a los niños”, asegura Edna.

Mujer operaria de Línea Púrpura

La Casa Refugio: un lugar de protección

Precisamente, el agresor al ver que Edna recuperó la custodia de su hija y su hijo y que el proceso judicial estaba girando en su contra, decidió recurrir al uso de tutelas para tener un argumento en los alegatos finales. Frente a esta situación, la abogada de la Secretaría de la Mujer le recomendó que se resguardara en la Casa Refugio, con el fin de evitar que su integridad y la de sus hija e hijo corrieran peligro frente a la desesperación del agresor.

“En la Casa Refugio tuvimos ayuda psicológica, mis abogadas de la Secretaría de la Mujer estaban unidas con la Casa Refugio, entonces siempre me estaban ayudando, siempre tenían una mano para darme, esa era la primera vez que tenía cuatro abogadas de mi lado, lo que me daba tranquilidad porque fueron momentos muy difíciles”, afirma Edna.

En una de las Casas Refugio de la Secretaría de la Mujer ella y su hija e hijo recibieron talleres y ayuda psicológica, además de todas las herramientas para facilitar su vida en medio de la situación estresante que atravesaban.

 “En momentos de ansiedad, de tantos procesos y de tantas cosas que pasaban yo digo gracias, porque estaban ahí conmigo, tener un lugar donde poder esconderse es algo muy importante, sentí el resguardo, sentí el apoyo, mis hijos también lo sintieron, los talleres que daban, mis hijos jugaban con otros niños, y estar con otras mujeres ayuda a que uno sea más resilente”, afirma Edna.

La niña y el niño también recibieron apoyo psicosocial, lo que los ayudó a entender la situación y reconocer sus emociones y sentimientos frente a la violencia que vivieron: “La psicóloga me explicaba que ellos como parte de su sanación tenían que hablar, tenían tantas cosas guardadas, tanta rabia por la violencia tan dura, para eso sirvió la Casa Refugio, porque nos sirvió para aislarles del agresor”, dice Edna.

Edna duró dos meses protegida en la Casa Refugio, y en enero de este año su agresor fue condenado por violencia intrafamiliar agravada, con seis años de cárcel y sin la posibilidad de ejercer cargos de función pública.

“Tienen que ir a la justicia, porque la justicia para las mujeres en este país es difícil, pero por lo menos hay mecanismos, existe la Secretaría de la Mujer, les aconsejo que busquen a las abogadas. Además, que tienen que perseverar, que esto no se gana en 15 días, primero que todo tienen que querer luchar, porque si ellas no quieren luchar olvídense, dejen eso así. Cuando uno inicia la pelea contra un agresor sabe que está peleando contra un moustro y debe tener la capacidad de sostenerse y de ser valiente”, es el consejo que Edna le da a las mujeres que están atravesando por su situación.

 

La violencia contra la mujer no tiene estrato

Edna a través de su experiencia reflexiona sobre la violencia que viven las mujeres en los estratos altos. Según ella, es una violencia más psicológica que física, que se mantiene oculta por las apariencias sociales.

“La violencia en estrato 6 por las máscaras las mujeres no la ven, no la quieren ver, muestran su vida y su maquillaje, sus invitados, pero nunca dejan ver que hay violencia. Es psicológicamente más grave, porque son mujeres que las tienen presas, la de estrato 1 y 2 tiene familia a dónde irse, la mujer en estrato 6 como la han sacado de su familia vive en una cárcel, como yo viví, y en una cárcel pedir ayuda es muy difícil, en esa cosificación de esclavitud no se puede pedir ayuda”, explica.

Además, está el factor de la dependencia económica, lo que impide a muchas mujeres dar el primer paso y denunciar la agresión que viven al interior de sus hogares.

Hoy, Edna agradece todas las experiencias vividas y se ve a sí misma como una mujer más fuerte, segura de sí misma, decidida, y con la capacidad de dar amor a su hija y su hijo.
 
“El después es una felicidad, gracias a Dios pasé por esto y estoy bien, sigo luchando por las heridas de mis hijos, para que ellos perdonen, dándoles amor, dedicándome a ellos, siempre presente en todo lo que necesiten, porque somos las mujeres las que decidimos romper con el ciclo de violencia”, puntualiza Edna.

 


Orientación y acompañamiento psicosocial y jurídico

Si usted es víctima de violencia o conoce un caso y quiere informarse sobre lo que debe hacer, puede comunicarse a la Línea Púrpura Distrital ‘Mujeres que escuchan mujeres’ al 018000112137, o al whatsapp púrpura 300 755 1826.
 
Las Casas Refugio son espacios en los que se garantiza de manera gratuita el alojamiento, alimentación, vestido y transporte, a las mujeres víctimas de violencias y sus hijos e hijas o personas a cargo, que llegan a través de la emisión de una medida de protección otorgada por una autoridad competente (Comisarías de Familia o Jueces de Control de Garantías).

En estos espacios se adelantan procesos donde se potencie el ejercicio pleno de los derechos, autonomía y habilidades de las personas acogidas. Para ello, el modelo está basado en el desarrollo de acciones de índole psicosocial y socio jurídica por parte de un equipo interdisciplinario integrado por profesionales en primero auxilios, derecho, nutrición, pedagogía, psicología y trabajo social.

¡Da el primer paso, en la Secretaría Distrital de la Mujer te acompañamos a dar el segundo!